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Adrián Moyano

séptimo yuyo

Inacayal

Temporada 2

Inacayal, un irreductible

No vas a leer la efeméride en ningún diario y tampoco te la van a comentar en ninguna radio. Es lógico: el Estado institucionaliza las fechas que son caras a su condición de colonial. ¿Cómo va a querer que se recuerde a aquellos que resistieron su trituradora? Quizá recordar las historias que quedaron al margen o atrás, sirva para descolonizar… Vaya entonces: el 24 de septiembre de 1888 falleció Antonio Modesto Inacayal.

Pero no voy a profundizar en la trama del horror, aquella del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, del macabro tratamiento que recibieron su compañera y él mismo una vez que dejaron de existir. No… Quiero recordarlo longko, mapuche y gününa küna, ñampulkafe, inmejorable cazador, amigo de sus amigos, guerrero e irreductible amante de la libertad. A tal punto que sólo con dobleces y engaños, pudieron apresarlo.

Hijo del longko pewenche Winkawala, su mamá gününa küna ya había fallecido en 1863, cuando arribó a sus tolderías “neuquinas” a orillas del Kaleufu el viajero Guillermo Cox. Inakayal no estaba en casa cuando llegó el contingente trasandino y ante la urgencia del recién llegado por saber si podía seguir viaje hacia Carmen de Patagones, todos sus interlocutores le señalaron que tenía que esperar a que volviera. En esos momentos, ninguna decisión importante se tomaba en el Kaleufu si no participaba de las deliberaciones Inakayal.

Aprovechó nuestro longko la presencia del chileno letrado para releer unas cartas que estaban en su poder y para que se escribieran otras. El de Inakayal fue un “toldo letrado” (Pavez Ojeda dixit) que se relacionó directamente con las autoridades wingka de Carmen de Patagones y Valdivia. Inclusive, se encontraron misivas que con la firma de secretarios de Inakayal se dirigieron al mismísimo Bartolomé Mitre cuando éste ejerció la presidencia de la República Argentina. También se hallaron las respuestas. De igual a igual… Pero más allá del chileno, su chilkatufe (secretario) más persistente fue AntonioWaitu, mapuche de la Futrawillimapu, “indio valdiviano” para los wingka. Es que por aquí, las fronteras son un invento que se instalaron varios años después de la muerte de Inakayal.Cuando aquel contingente puertomontino arribó a su ruka, hacía meses que Inakayal faltaba, porque estaba en “las pampas del sur”, es decir, en las jurisdicciones actuales de Río Negro y Chubut,

en la temporada de cacería del pichi luan o “cachorro del guanaco”. Su destreza con las boleadoras dejó boquiabierto a Cox, quien fue partícipe de una gran cacería en la Pampa de Alicura, no muy lejos de San Carlos de Bariloche. Esa noche, en la fogata común, el visitante supo que su anfitrión era un ñampulkafe, es decir, un viajero, un hombre libre, que tanto sabía cabalgar por las estepas del sur como por los bosques cordilleranos o las barrancas del río Negro.

Hay cartas de Inakayal en las que simplemente intercedía por sus amigos ante los jefes de Carmen de Patagones, fueran gününa künacomo Chagallo o wingka como Petrona Rial.  La composición étnica de sus tolderías pone en ridículo el reclamo de pureza racial de los etnólogos del siglo XX y sus continuadores de hoy, a la vez que en la práctica anticipó por siglo y medio el concepto de plurinacional que está de moda en los últimos tiempos. Hasta gente no indígena vivía en su lofche en un plano de igualdad. ¿Quizá por eso el encono estatal? ¿Era posible una historia distinta a la del genocidio fundante que se justificó por una ley del progreso? ¿Del progreso de quién?

No tengo formar de probar que Inakayal formara parte del Malón de San Antonio de Iraola, ya lo dije. Pero si se piensa que pocos años después era longko entre los suyos y que varios de los integrantes de su lofche allí estuvieron, resulta muy verosímil. Sí se sabe que cabalgó junto a Yangkitruf contra Carmen de Patagones a fines de los 50. Y también que medió casi un cuarto de siglo hasta que tuviera necesidad de empuñar nuevamente el waiki en el desastre de Apulé (Apeleg) y otros entreveros en desventaja.

Para el wezache de Francisco Moreno, Inakayal fue “el cacique” más proclive “a los halagos de la civilización”. Yo creo que Antonio Modesto fue uno de los longko que de manera más cabal entendió de qué la iba el nuevo orden de las cosas. Por eso resistió hasta que más no pudo: octubre de 1884. Con su experiencia vital demostró que la Campaña del Desierto no fue un asunto inevitable y que la historia deleznable que hoy muchos tratamos de revertir, pudo ser distinta. Era distinta…

“Prisionero de la ciencia”, sí. “Cautivo en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata”, también. Pero deténganse en esa mirada de desdén hacia el fotógrafo, su máquina y todo aquello que hombre y aparato simbolizaron para Inakayal. Es el gesto de un hombre que no pudieron doblegar ni aún vencido. Por eso su fallecimiento no aparece en ningún listado de efemérides. ¿Por qué el Estado querría recordar a un irreductible? Ese es nuestro kuzaw. Eymi petü mongeleymi tayiñ piwke mew, longko!!

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