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Sombras nada más

Fernando Russo 

Temporada 1

Sombras nada más

Había leído que en el trópico del país, existe la firme creencia de que, cuando un Chaguanco se enferma, su sombra lo abandona.

Tal vez, debido a su tendencia a la sugestión, a la mañana siguiente comprobó, horrorizado, que su sombra se había esfumado.

Recordando la pérdida prematura de algunos coetáneos, pidió un turno en el médico.

Grande fue su sorpresa al ingresar a la sala de espera. Allí estaba su sombra debatiéndose en espantosas convulsiones.

Al ver la transformación de su rostro, la secretaria se le acercó y le dijo al oído: tiene un cuadro de insolación y síndrome de abandono.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Transmutación

 

Los Selk´nam, cuando envejecían, se envolvían en sus mantas de cuero de foca y se acostaban a dormir. Al amanecer, despertaban rejuvenecidos. Cuando se cansaban del continuo renacer, decidían transformarse en estrellas o montañas para iniciar una nueva existencia conectados con el orden del cosmos y las sustancias puras.

Aquel hombre, profundamente hastiado del rumbo de su única vida, se cubrió con una manta térmica deseando que al despertar, pudiera comenzar una etapa más plena que la que decidía abandonar.

Cuentan los gusanos que, conmovidos y motivados por la voluntad de aquel triste individuo, lo transformaron en humus. Hoy habita una maceta ubicada en la terraza de un edificio en una ciudad gris, cubierta de hollín. Agrietado y reseco, añora el perfume de las flores de su vida anterior.

Capitalismo salvaje

 

Las lombrices californianas han iniciado una huelga de hambre. Están cansadas de que vendan sus excrementos a dos dólares las bolsa y no perciban retribución alguna por el gasto de energía invertido en el proceso digestivo.

Arañas

 

Renuentes a develar el enigma de la vida eterna, por las noches, las arañas momifican insectos milenarios.

Por la mañana, destejen sutiles acertijos.

Nicanor Fernández

 

A Nicanor la muerte le llegó tarde a los 75. Lo podría haber sorprendido hace 61 en Asturias o en Francia hace 58. Pudo haber sido una bala fascista o la tortura nazi pero fueron la cirrosis y la neumonía las que le tendieron una emboscada y él ya no era tan ágil como cuando recorría los campos de batalla buscando un fusil, a los 14.

Jote y otros
Temporada 2
Jote noctámbulo

Volaba en círculos. Anoche, como en tantas otras noches, en mi sueño, el jote volaba en círculos para luego iniciar un descenso con  las alas extendidas y quietas, desplazando esa masa de aire que aún acaricia mi rostro. Ayer, en el letargo, al igual que en sueños anteriores, se desvanecía; la figura del jote se desvanecía en tanto un hipnótico siseo, me impulsaba a caminar hacia una pequeña charca formada por la lluvia, junto a un jarillal. Un graznido ahogado después, superando el embotamiento de los sentidos en el amodorramiento,  anunciaba el regreso del ave a la alucinación, luego de haber hurgado largamente en mis tripas. Más tarde, sólo un instante más tarde y con asombrosa nitidez, volvía a ver su plumaje negro y lustroso, su piel, gris y arrugada; volvía a ver la fila incompleta de pestañas en el párpado superior y el iris café de ese ojo que desnudaba  mi alma cada vez que, confundido y perturbado, inclinaba mi cuerpo intentando mirarme en el turbio espejo de agua.

Al amanecer, al igual que en incontables mañanas anteriores, inicié mi marcha al basural, esperando descubrir en medio del  abigarrado racimo de aves de rapiña que por esas horas despellejaban cadáveres de cuises y culebras, al jote nocturno. Caminaba entre desperdicios esperando encontrar a ese jote de cabeza negra y  poder entregarle, a modo de ofrenda devocional,  las vísceras del horror y del espanto que, al alba y solo a modo de breve tregua, me habían abandonado.

Cuando el viento estremece

ese costado exacto de mi sombra,

dejo mis derrotas prolijamente acomodadas sobre la mesa,

la camisa en el lavadero,

las siete cabezas de la hidra ovilladas en la cama deshecha;

barro crisálidas de ninfas inertes,

mis restos

sobre la alfombra

giran

estampida de polvo antiguo

los  libros,

la tristeza en los estantes,

vacío,

los platos apilados,

los anteojos sucios sobre la mesa de luz,

lugares por venir ya no,

solo borrascas

en el fondo de un vaso triste,

donde exhalan su último suspiro

todas y cada una de mis muertes.

 

 

 

 

 

Crisálidas de ninfas insertes

Soledumbre

 

Ella se sienta

a esperar los pájaros por la tarde.

Acomoda la sonrisa bajo la glicina,

calienta el agua para el mate,

escucha las noticias del informativo,

pero  los pájaros no llegan.

Hoy tampoco habrá revuelos de plumas.

Sólo trinos distantes.

Nostalgias de lo que ya no será

anidan cumulus nimbus,

presagios de garúas o diluvios tal vez,

su soledad.

 

 

 

Estatuas

 

Una vez me contó que había podido esculpir

una estatua para cada circunstancia:

“una Venus negadora de abrazos,

una Piedad difícilmente creíble,

un Pensador venido a menos,

un Gardel canchero –versión femenina-,

con un pulgar en la sisa y mirando el mundo desde arriba”.

Lo que no habría de suponer entonces es que,

al bucear en todos sus perfumes,

aún en los de los  pliegues más cotidianos de su geografía,

el polvo del granito iría petrificándome el deseo

hasta devenir en diminuto Moai,

sin ojos de coral,

sin isla de Pascua y sin mar;

entramando soledades de frío y sal

en los bordes de una lágrima fosilizada.

V Fiesta de la palabra

Bariloche - 2017

Regeneración de los desaparecedores

 

En el año 17 del siglo 21

de un huevo incandescente

de cáscara gruesa

con cabezas de basiliscos

y manos con dedos afilados como navajas

dispuestos a succionar

la saliva

y la sangre de los hombres y las mujeres de buena voluntad

nacieron los nuevos desaparecedores

 

Cuidados y alimentados

por los ángeles del abismo

esos demonios que vienen por el oro

por el agua

por la tierra

se pasean por las calles nuestras

como tortugas

con fusiles

haciendo ulular las sirenas del horror

y la muerte

 

En el año 17 del siglo 21

con sus palos y sus gases

como fantasmáticas legiones del averno

los desaparecedores

recorren nuestros barrios

nuestros caminos

nuestras rutas

para hacer desvanecer en el aire nuestros Santiagos

para volver a fusilar Daríos y Maximilianos

en una estación de trenes

al sur de la Cruz del Sur

 

No saben

No imaginan los desaparecedores

que desde la eternidad del barro de nuestras calles

treinta mil voluntades compañeras

laten sesenta veces por minuto

repitiendo una y otra vez

el mensaje de la sangre que se agolpa en nuestras venas

resistiremos

no nos desaparecerán

no pasarán

se crispan nuestros puños

se impacientan los músculos

que volveremos a vencer

sabemos

desde la médula misma de nuestros más profundos amores

sabemos

que volveremos a vencer

como ya lo hicimos antes

que lo parió

Regeneracion Fernando
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